
Río de Janeiro, ciudad de tantos encantos, Cidade Maravilhosa, le da ahora al deporte del mundo y a los ojos del mundo una ceremonia inaugural que tuvo un carácter inevitable: el de una fiesta. Por sus colores, por sus fuegos artificiales, por su música, por su gente, por el Cristo Redentor, allá en el fondo, como perfecto custodio